Un cuento interesante tiene personajes bien definidos. Conocemos bien su apariencia, sus experiencias, sus pensamientos, sus tendencias habituales, y sus intenciones. Solo así pueden ser creíbles sus acciones.
Un buen cuento también necesita una trama interesante, y eso requiere que haya conflicto entre héroes y villanos. Y sabemos bien que no hay comedia, por graciosa que sea, que logre ser tan memorable como una tragedia.
El arte imita la vida. Fabricamos nuestra personalidad, nuestro ‘yo’, de los mismos cinco agregados de la forma, la sensación, las percepciones, las tendencias, y las intenciones. Nuestras vidas están llenas de drama, y para darles mayor significado, las convertimos en tragedias.
Y al igual que en los cuentos, estos personajes y sus andanzas son ficticios.