Algunas personas se enamoran repetidamente del mismo tipo de hombre o mujer, aún cuando las relaciones previas no han sido exitosas. Otras recrean situaciones en el lugar de trabajo que ocasionan dificultades, conflicto, e incluso pueden conducir a la cesantía. Aún otras desarrollan gran entusiasmo por sus nuevos proyectos, pero pierden el interés rápidamente, o se sienten abrumados por el esfuerzo.
Llamamos a estas experiencias ‘círculos viciosos’: la repetición de acciones cuyos resultados negativos aparentemente no somos capaces de evitar. Son manifestaciones de la confluencia de causas y condiciones, o lo que el Buda Sakyamuni llamó “el origen dependiente”. Toda vez que encontramos condiciones oportunas para la expresión de nuestras tendencias, los círculos viciosos se manifiestan.
Los elementos y eventos particulares de estos ciclos son siempre diferentes, pero el patrón es reconocible, y frustrante. Lo que se repite es precisamente el patrón, la combinación de los elementos y la progresión de los eventos que conducen a un resultado ya conocido.
Toda la vida es cíclica. Experimentamos el día y la noche, la fluctuación de las mareas y las fases lunares, las estaciones del año, las fases de la vida —en fin, el nacimiento, la enfermedad, la vejez, la muerte, y el renacer.
Dada la naturaleza cíclica de la experiencia, las condiciones externas que encontramos en el camino son necesariamente similares (aunque no idénticas) a las que experimentamos en el pasado. Cuando surgen estas condiciones similares, nuestras tendencias e inclinaciones (nuestras creencias y emociones habituales) encuentran circunstancias idóneas para su expresión.
Reconocer los elementos del origen dependiente (las causas internas y condiciones externas) es el primer paso en el esfuerzo por interrumpir estos patrones de conducta repetitivos.