Ser es un verbo, una acción, un evento ―no una entidad o una multiplicidad de entidades. De haber un ‘yo’, una ‘entidad eterna’, tendría que ser sustancial, permanente, e independiente de causas y condiciones. Ninguna entidad, ningún fenómeno, satisface esos tres criterios.
“Todo cuanto es” es interdependiente, interpenetrado, e interconectado. No hay separación. Solo hay SER ―no hay ‘un ser’, no hay ‘muchos seres’, sino ser: el acto de existir. Esa existencia tiene cualidades, y entre ellas se encuentra la atención reflexiva: sabemos que somos.
La separación es la primera creencia errada fundamental. Toda creencia en un ser separado necesariamente implica la creencia en ‘el otro’, y una vez generada esta dicotomía (yo y el otro), la segunda creencia falsa fundamental entra en escena: la supremacía, la pretensión que mis necesidades y proyectos son más importantes que las necesidades y proyectos de los demás.
No es fácil decir y entender esto, puesto que el lenguaje es un artefacto humano, producto de, y sujeto a las falsas creencias. Tal vez un ejemplo nos ayude: una gota de agua sólo es agua. No tiene otra existencia que la de ser agua. ‘Gota’ es un término que denota cantidad, y no sustancia. Hay Verdadero Ser, pero no hay ‘un ser’, ‘mi ser’, ‘tu ser’ ni ‘otros seres’.
Los seres sensibles existimos, pero no como entidades separadas y discretas. Somos algo mucho más grande e importante que esos pequeños egos que imputamos y proyectamos sobre los agregados de la forma, la sensación, la percepción, las tendencias, y las conciencias. La creencia en una entidad separada, pequeña, y discreta es la negación de nuestra naturaleza verdadera, una minimización de nuestro potencial, y una reducción de nuestra existencia.